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Una obra que nos conmueve
febrero 6th, 2019
Diario La Nación, Buenos Aires. 13/05/2016
Fui a ver una obra de teatro un domingo a las 11.30. Tenés que subir una escalera que lleva a la sala… y hay luz del día que entra por la ventana. Los actores están ahí. Forman parte de tu domingo común, ya sabés que te vas a sentar y esperar a ver qué pasa. Pero son los personajes que aparecen. Caminan, corren, te miran, te hablan, viven parte de sus vidas delante tuyo. Se entregan totalmente. Se conmueven. Vos a lo mejor te incomodás, pero te reís, te sorprendés, te angustiás. Quizá llorás. O no. Las historias de las personas son el misterio más grande. Y tu propia historia. Algo de la vida del otro te moviliza, te atrapa, te encanta o te anula por momentos, y sin darte cuenta te involucra. Mi lugar de espectadora común se transformó. Me vi única en ese espacio. Terminó la obra y, con una sonrisa en la cara, me acerqué a saludar a los actores y me puse a llorar, dándoles la mano, casi sin poder hablar. Agradezco tanto la entrega de ellos, del director, y la aparición de esos personajes en un domingo común de mi agitada vida, que mi presencia ahí, saludándolos y tratando de expresar lo que me había pasado en esa hora, hacían que me sintiera un poco parte de la vida de esos personajes. No puedo contar el argumento, la vivencia es de cada uno, inevitable y vale la pena. Mi hijo sólo camina un poco más lento es la exacta descripción de lo que una vez dijo Alfredo Alcón: “Cuando vas al teatro, y ves la obra… No vas a ser el mismo cuando ésta termine”.