Obra

Madrijo (toda la tristeza del mundo) cuenta la historia de una madre y de su hijo acorralados por el último sentido que los une. El muchacho, ventrílocuo maltrecho, lamenta la fallida herencia del arte paterno. Ilusionado con ciertos ideales de cansina revolución, acompaña toma de una fábrica que otrora fuera el pulmón vital de su pueblo. Hace guardia en la noche oscura. Su esperanza sin tregua, poco a poco se ira tambaleándose entre las ruinas de la vieja cementera. Su madre será, en ese sentido, el obstáculo y al mismo tiempo el acicate de sus proyectos heroicos. Lo que ambos descubrirán a lo largo de la acción es que esta oportunidad les ha destinado una serie de revelaciones mucho más profundas que la simple coyuntura, dolores oscilantes siempre entre el mero desborde del amor maternal y la simple pugna por doblega los sueños del otro. Y en medio de este laberinto, como únicos testigos del eterno desencuentro, los fantasmas. Fantasmas espantados por la crueldad de los vivos, por la simbiosis inevitable de ese amasijo de carne ocasionalmente dividido en dos, ese madrijo inseparable en verdad, furioso, cómico, grotesco y sin duda eterno.