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El loco y la camisa cumple diez años y se consolida como una obra de culto
febrero 8th, 2019
No es habitual que una obra teatral pase una década haciendo funciones. Pero en Buenos Aires todo es posible. El Loco cumple diez años. Entra casi en una etapa de preadolescencia y seguramente siga en este nuevo momento cosechando éxitos. Parece difícil de tratar el loco, este sujeto que aparenta ser conflictivo y disfuncional pero que en realidad absorbe, como puede, los problemas que lo rodean. Una mamá sometida y maltratada por un marido machista, patriarcal, violento y egoísta. El loco y la camisa, que volvió al escenario de El Picadero, cumplió diez años en cartel ininterrumpidos.
A la luz de este tiempo, los problemas que dispara la obra son vistos desde otra óptica. Es difícil de pensar el contexto, allá por 2009, en el que Nelson Valente la concibió en su Banfield local. Como todo fenómeno, nace de repente, sin previsión, sin saber qué será de ese germen inicial. Es que cuando Valente comenzó a trabajar, tímidamente, no podía ni imaginar en lo que luego se convertiría su obra.
Duraba apenas media hora, se esbozaban algunos de los temas que luego quedaron en la obra final y lo que pasaba era llamativo. Entonces siguieron por más y comenzaron a ensayar en un departamento arriba de lo que era la sala, Banfield Teatro Ensamble. Anidarla en una casa de verdad le daba una potencia llena de verdad y entonces El loco y la camisa se estrenó ahí. Y ese espacio se convirtió en una verdadera trinchera. Desde ese departamento se hizo conocida y se abrió al mundo entero. Pasó por El Camarín de las Musas y llegó a la escena comercial cuando el productor Sebastián Blutrach les propuso pasarla a El Picadero. Viajó a los Estados Unidos, España, Chile, Portugal, Francia e Italia; fue vista por 80 mil espectadores y tiene en su haber 700 funciones.
“La obra nació como un número de café concert -rememora el dramaturgo y director-. En Banfield Teatro Ensamble, cada fin de semana desde hace 20 años, tomamos un tema y armamos diferentes números de teatro música, coreografías y misceláneas. El fin de semana en que nació El loco… era la mentira. En la versión de 30 minutos ya estaba claramente la sensación que yo quería trasmitir y la gente ya se planteaba la duda que despierta la obra: ¿quién está más loco? ¿Aquel que dice la verdad compulsivamente o los que la esconden? Tenía en claro que el personaje iba a desafiar al poder, a la normalidad y que quería que le pegue donde más le duele. Muchas veces confundimos normalidad con sentido común y no tienen nada que ver. La normalidad es una cosa horrenda”.
El loco y la camisa puede verse como una familia de clase media que tiene, como muchas en un principio, situaciones que la avergüenzan y se quieren esconder. Pero aquí hay más, hay violencia solapada, violencia manifiesta, hay prepotencia, maltrato, silencios, hay un hijo, el “loco”, Beto, que no forma parte de la norma establecida y entonces es ocultado. Pero, y aquí tal vez estriba la potencia de la obra, es quien mejor entiende y ve lo que sucede. Libre de prejuicios, fresco como un niño, Beto ve la opresión, posiblemente porque de destratos él sabe y mucho, y porque los locos y los niños siempre tienen la razón, Beto carga el sentido común que en esa casa escasea. “Frente a tanta injusticia en el mundo, que un personaje tan frágil se plante con el sentido común como arma y desafíe al ?poder’ produce una catarsis en el espectador muy linda de compartir”, rebate Valente con fuerza porque sabe bien que Beto representa a los que tienen poca voz pero que son muchos. “El Loco representa un especie de justiciero impune, que puede decir la verdad y de alguna manera no hacerse cargo de lo que eso produce en el otro. Es un personaje romántico y es una forma impracticable en la vida real”, agrega.